Los rituales sirven para intensificar las emociones compartidas y establecer lazos de unión entre aquellos cuyas emociones se incrementan bajo la forma de un sentimiento de solidaridad.

Según Erikson (1966), el ritual permite una autoafirmación personal que aumenta el sentido de seguridad y de conexión con los demás, incrementa el sentido, reduce el estrés, la ansiedad y la impulsividad. Los rituales favorecen los lazos sociales y permiten canalizar las emociones destructivas y extremas a través de formas controlables. Las dinámicas de ritual tienen funciones interpersonales que ayudan a reestablecer los vínculos sociales y a disminuir el sentimiento de soledad.

Los fallecimientos de los seres queridos se manifiestan socialmente a través de los rituales establecidos en cada cultura y religión. Sentirse acompañado en estos actos es una forma de recibir de los otros el soporte y la estima, lo cual ayuda en la elaboración del duelo. Así, los rituales funerarios constituyen actividades humanas que se ponen en práctica a fin de expresar, a través de ellos, la complejidad de símbolos existentes en torno a la concepción sobre la vida y la muerte.