“Aún en las noches más oscuras, la esperanza de ver un nuevo amanecer me sostiene”
Anónimo

Puede que al escuchar la palabra esperanza, mientras se encuentra atravesando un proceso de duelo le parezca contradictoria o tal vez fuera de lugar, esto debido a que, solemos creer que hacen referencia a dos ambientes totalmente diferentes. El duelo que, por lo general, lo relacionamos con el dolor, la pérdida, la tristeza y el sufrimiento; mientras que la esperanza nos refleja luz, espera, anhelo, alivio y paz.

Sin embargo, son dos palabras que en realidad van de la mano en este proceso, ya que, el duelo sin esperanza sería un camino en círculos, agotador y sin salida. La esperanza es esa ilusión de que existirá un mañana con menos dolor y mayor tranquilidad, es ese pequeño rincón donde podemos descansar y recargar nuestras energías para seguir caminando. La esperanza no desaparece el dolor ni la tristeza, pero nos da un sentido para seguir viviendo aún con el corazón roto.

La esperanza es una extensión de la espiritualidad y la espiritualidad es lo que nos humaniza, por ende, nos hace estar ligados a una dimensión más grande y más profunda, en donde somos nosotros quienes le damos un significado y un sentido a nuestras vivencias. La esperanza nos regala resiliencia, nos permite salir a flote durante la tormenta y facilita que nos adaptemos a las nuevas formas de vivir.

Es normal que, durante este proceso, nos lleguemos a sentir abrumados y envueltos en tempestad, es por eso que le invito a tomar este espacio que es seguro y que es suyo. Tómese este momento para usted y empiece a respirar lentamente, confíe en que, aunque claramente es un proceso doloroso, existe un mañana lleno de paz que le está esperando; recuerde que no es necesario caminar solito o solita, aquí siempre encontrará un hombro en el que puede apoyarse y sentirse acompañado o acompañada, continúe respirando y permita que la esperanza retoñe en su corazón, esta esperanza que le permite anclar su barco y salvaguardarse de la tormenta.