“Dad palabra al dolor: el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe”
 William Shakespeare.

A lo largo de la vida, hay recuerdos que palpitan en todo nuestro ser, hay veces que esos recuerdos tienen olor, sonido, o un lugar en el cual habitar. Indudablemente los recuerdos, nos llevan en tiempo y espacio al sitial donde fuimos felices o donde la vida no nos sonrió del todo. Aquellos recuerdos dolorosos, poseen un nivel de carga emocional muy alto. Incluso, provoca en el cerebro de los dolientes, la activación de conexiones neuronales. La expresión de lo antes dicho, se evidencia a través de la taquicardia, sudoración, respiración acelerada y por supuesto, con la subida del cortisol y adrenalina en nuestro cuerpo. En muchos casos, bloqueando a la persona que ha atravesado por sufrimiento. Es entonces, que se vuelve difícil tomar decisiones, razonar con objetividad se convierte en un gran reto y no sabemos qué hacer.

Hoy, te quiero decir, que es importante, que esos recuerdos, tengan palabras, que esos recuerdos sean compartidos, sean exteriorizados, sean contados, no ahogues tu ser, permítete ser escuchado.

¿Cómo se ponen palabras al dolor que acompaña a los recuerdos?

Payas, Alba (2020) en uno de sus libros “El mensaje de las lágrimas” menciona que la forma en cómo ponerle palabras al dolor, es a través de lo siguiente:

  1. No tengas prisa cuando compartas el recuerdo: habla despacio.
  2. Párate cuando sientas una emoción. Presta atención a tu interior.
  3. No vayas a tu mente, no analices, simplemente pon palabras a lo que sientes.
  4. Sigue atento tu experiencia interior mientras vas recordando.
  5. Cuanto más hables, más recordaras y más emociones surgirán (p. 172).

Hagamos memoria, de que hablar, llorar, apenarnos, suspirar, recordar, no está mal, es más, resulta ser una expresión que el alma necesita, favorece el procesamiento de las experiencias de pérdida.  Es posible curar los recuerdos dolorosos a través de la expresión, a través del hablar.

“Cada recuerdo, ya sea un pensamiento o un objeto, un lugar o una música, esconde un mensaje” (Payas,2020, p-173).