“La vida es un constante volver a empezar, para ser feliz hay que ser capaz de rehacerse en lo posible de las dificultades, no existe una biografía sin heridas”

A continuación, le comparto, algunas pautas que puede considerar y con las que se puede identificar, si está pasando por un proceso doloroso. Comprender que cada persona va a su tiempo, a su ritmo, y no está mal, respetemos nuestros pasos, y sepamos que lo que estamos sintiendo no será eterno, se estacionará, es verdad, dolerá, por supuesto, no encontraremos respuesta, pero los días y la forma en como trabajemos este proceso será el amanecer que tanto se anhela. Recuerde que, “las horas más oscuras son las más cercanas en salir el sol”.

1. El dolor posee un valor humano y espiritual: los golpes enderezan la vida, las decisiones, puede elevarnos, y hacernos mejores personas sin miedo a poner límites.

2. El sufrimiento nos ayuda a reflexionar: nos lleva al fondo de muchas cuestiones que nunca nos habíamos planteado, CLARIFICAR el sentido de nuestra vida, de nuestras convicciones más profundas. Surge nuestro verdadero yo.

3. El dolor ayuda a aceptar las propias limitaciones: reconocer que no siempre podemos solos y necesitamos ayuda, el cariño y apoyo de otros, puede ser el primer paso hacia la superación. ( Es necesario asistir a un terapeuta también).

4. El sufrimiento, por tanto, transforma el corazón: tras una etapa difícil, con el dolor como protagonista, uno se acerca al alma de otras personas, es capaz de empatizar y de entender mejor a los que le rodean.

5. El sufrimiento puede ser la vida de entrada a la felicidad: el dolor conduce a la verdadera madurez y a un mayor conocimiento de uno mismo, nos permite abrir nuestro corazón y luchar por aquello de lo que somos merecedores, ya no somos títeres de las decisiones de otros. El silencio no es asentimiento.

Solo existe un antídoto al sufrimiento, al dolor y a la enfermedad: EL AMOR.

SANAR, NO ES OLVIDAR…


Inspirado en el libro: ¿Cómo hacer que pasen cosas buenas?