Recordar a la persona amada es un consuelo para los supervivientes. Repetir y evocar los recuerdos es parte del camino que tienen que recorrer para sanar su herida.

En nuestra memoria vamos almacenando experiencias agradables, cuya evocación nos deleita y, a veces, nos compensa nostálgicamente de la realidad presente; y otras veces nos sube a una nube de irrealidad. Las experiencias positivas del pasado, cuando se evocan sanamente, permiten descubrir en ellas el valor que no logramos encontrar en el presente.

En tal sentido, el hecho de que el doliente pueda hablar y recordar al ser querido con naturalidad y tranquilidad, permite que pueda establecer nuevas metas y/o proyectos, así como relaciones significativas que le permitan continuar con su vida; aspectos que son de suma importancia que se deben considerar para asumir que el duelo se está elaborando de manera saludable.

 

 

Canalizar los recuerdos es también compartirlos, sacándolos del cofre en el que los guardamos cerrados, quizá por el miedo a no ser entendidos o a que otros sufran con nuestro dolor. En este sentido, la elaboración personal del recuerdo junto a la posibilidad de compartirlo con otras personas queridas han de tener espacio en el equilibro vital que sufre una pérdida, en este aspecto es fundamental escuchar con paciencia a los dolientes y evitar cualquier tendencia al juzgamiento y comparación.

Elaborar el duelo no es olvidar, sino recordar con ternura y sentir que el tiempo que se ha compartido ha sido un gran regalo. Implica entender que el amor no se acaba con la muerte, es poder pensar en él o ella. Además, recordar sanamente y caminar hacia la integración sana de la pérdida, ha de llevar también a centrarse un poco en los demás y no solo en sí mismo.