UNA HOJA DE PAPEL

Sin una llegada ni una partida, sin un antes ni un después.
Te abrazo fuertemente, te suelto para libertarte;
yo estoy en ti y tú estás en mí
(Buda).

Nuestro mayor miedo es el de convertirnos en nada al morir. Muchos de nosotros creemos que nuestra existencia sólo es una vida que se inicia en el momento de ser concebidos y que finaliza en el momento en que morimos. Creemos que nacemos de la nada y que al morir nos convertimos en nada. Y estamos embargados por el miedo a la aniquilación.

 

 

El miedo a la muerte, definido por Sócrates, no es otra cosa que considerarse sabio sin serlo, ya que es creer saber sobre aquello que no se sabe. Quizás la muerte sea la mayor bendición del ser humano, nadie lo sabe, y sin embargo todo el mundo le teme como si supiera con absoluta certeza que es el peor de los males.

El miedo a la muerte es algo universal, porque el ser humano le teme a lo desconocido. En tal sentido, el inexplicable miedo a la muerte puede manifestarse en un afán desmesurado por obtener logros que contrarresten esta angustia. En este sentido, la persona, pendiente, en exceso, de obtener el máximo posible, puede llegar a emprender una carrera ansiosa contra el tiempo, sin disfrute de los propios logros.

En este sentido, Elisabeth Kübler-Ross señala que todos los miedos del ser humano, tienen su origen en el miedo a la muerte y si aprendemos a mitigar ese miedo podremos enfrentarnos a todos los demás miedos con mayor tranquilidad. Si bien es cierto que la muerte es una realidad especialmente difícil de entender; hoy en día lo es más, porque en la era del mundo globalizado se fomenta la ilusión de que vamos a vivir muchos años y se alimenta la negación de la realidad de la muerte.